Juntemos en un hombre a la inspiración perdida, la misantropía
que ama la cultura para destruirla, la monopolizada dialéctica de la historia,
el germen que nace cuando la tan contradictoria inteligencia colectiva utiliza
etiquetas como posmoderno, anarquista, revisionista, nihilista, trotskista, estalinista,
comunista, desviado, maricón, feminazi, friki, monstruo, utópico, asesino,
terrorista... como insultos y te encasilla como tal, sin tener ni puta idea de
lo que dice, la identidad pérdida en cápsulas de soma, alucinógenos en la
mesilla de noche, la historia como musa violada y lapidada, los filósofos más
prostituidos como influencia (o no), la integridad secuestrada por el siglo
XXI, la política como caricatura del hombre, el odio al imbécil como placer ancestral
y la conducta operante como hobby casual, la completa inadaptación al sistema
educativo y a la sociedad en general, la declaración de guerra contra la rutina
que te sostiene, el pensamiento líquido que se pierde por el desagüe, la moral
corrupta con la fuerza de una hormiga, relación de amor y odio con el cine y
los libros, el sonido que produce un arañazo a la pizarra, razona tu respuesta,
el hijo de puta de fulanito que se metía con tu hijo y hoy es secretario
general del partido comunista mientras tu pequeño repite 2º de psicología, el
primer amor de verano que hoy se muestra disponible a todos los acosadores de
gran vía, el metro en horario de universidad, el primer polvo, la primera
muerte, el último polvo, el perro del vecino, la perra de la vecina, tu mente
sucia y putrefacta malinterpretando las dos frases anteriores y a todo esto la
habilidad de escribir y dibujar. Ni el Dr. Frankenstein habría conseguido algo
así.
A modo de presentación o epitafio, en cualquier caso... jodidos pero contentos.
A modo de presentación o epitafio, en cualquier caso... jodidos pero contentos.
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