jueves, 19 de mayo de 2016

Doce de Mayo, otra vez - Por: Rodrigo H. Gómez

El reloj está parado ¿la hora? 12:05.


Cada año el tiempo se condensa en un segundo y se alarga una vida. 23 segundos marca una de las manecillas inmóviles, paciente, esperando ¿es posible que nuestra vida quepa en un minuto? Por que a mi se me pasa la mía volando. Hace nada tiraba peluches a la cuna de mi hermana, y menos ha pasado desde el primer beso ¿cuantos besos? Tantos y tan amontonados entre los segundos que apenas de tiempo a saborearlos. Ojala cada minuto durase una vida. Así daría tiempo a aprender a querer a las personas, a entenderlas, a apreciar lo que nos rodea mas allá de su valor. Con el paso del tiempo, el tiempo, acelera un poco más, y me golpea las costillas con sus campanadas diciendo “aprovecha cada segundo al máximo”. Ya han pasado 23 segundos desde que el reloj se paró, y siento que mi vida aun no ha echado a andar. Es algo tan irreal estar vivo, como medir el tiempo. Es casi enfermizo, querer agarrar un concepto y encerrarlo en tu muñeca. Querer agarrar todos estos sueños e ilusiones y pretender enfrentarlos al peso de un cuerpo. Es absurdo, pero a veces pienso que nací para flotar en medio de la nada, abocetando melodías y dando forma a mundos y vida a ojos vacíos. Pero aquí estoy. Viviendo la historia que “el otro” escribe. Enfrentándome a sus caprichos de autor:
- Ahora esta tormenta... ¡cuidado con el charco!
- Ahora un traspiés... ay esos cordones.
- ¡Date prisa que el reloj avanza!
Y mientras el se regocija en su butaca y planea la próxima linea, yo peleo con mi carne por no ceder al impulso de flotar en la nada. Es tan duro ser mortal que solo podemos ser estúpidos al imponernos tantas reglas, normas, leyes, orden, represión... Y peor es imponérselas a otros ¿no nos bastaba con reducirnos a tiempo? “yo llevo tanto tiempo en el mundo”, “aquel murió al cabo de tanto tiempo”, “¡cuanto tiempo sin vernos!”
¿y la vida?
Es eso que pasa mientras contamos los segundos. Y los segundos se queman ahogados en lágrimas al saberse inútiles y desaprovechados. Pero entre chispa y chispa surgen llamas. Y el calor seca las lágrimas y alumbra el final de la historia, ese que no está escrito. Y el aire que calientan, hincha las velas para llevarme lejos, de un empujón. Uno tan fuerte que derribe el bolígrafo del que se empeña en trazar mi rumbo, hundiéndolo en las profundidades. En ese momento, la vida se alarga, y hay que servirse del impulso para gastarla a besos, carreras y bocados. Y llegar al final con cicatrices que recuerden a calles de tantos viajes y ciudades. Si hubiera que celebrar cada segundo que estoy respirando no ganaríais para regalos. Prefiero celebrar la vida. Y por eso escribo esto. Porque aunque no flote, floto, rodeado de vosotros, y cada segundo me hace mas consciente de la importancia de flotar. Flotar en el todo. Contigo. Con todos.

Así que si quieres escribir el final de la historia, acércate y cuenta segundos conmigo. Que la vida es un minuto, y si parpadeas, te la pierdes.

4 comentarios:

  1. Bravo!!!!! Me encanta, hay frases épicas...

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. El anónimo te anima, como ánima o alma a seguir escribiendo... y éste, sabe de talentos...

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