El
oro con que amanece el sol corona los edificios. En la calle el único
peatón es el viento que, a esa hora, es un dulce y fresco compañero.
Le veo avanzar entre los arboles y cruzar los pasos de cebra,
deleitándome en la absoluta soledad que me acompaña, el silencio
que me envuelve y la tranquilidad que se respira. Recuerdo los largos
paseos por medio de la calzada solo por disfrutar de la ausencia de
la gente y la complicidad de mis pasos y las paredes, que me
acompañan como espectadores de mi danza conmigo mismo, en este
escenario que llamo Madrid, representando la obra “Gran Vía, 1 de
Agosto, 7:30h”
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