Cuando
la madre de Ceniciento muere, Lord Tremaine, el padrastro de
Ceniciento, toma todo el poder. Tras esto, Ceniciento pasa a ser el
criado de sus malvados hermanastros y su padrastro.
Un
día, a la Mansión de Tremaine, llega una cartera con un sobre que
contenía una invitación para asistir al baile que se iba a celebrar
en el castillo en unos días, debido a que la princesa estaba
buscando esposo. Ceniciento le da el sobre a su padrastro y le pide
premiso para asistir al baile y así poder divertirse un poco ya que
apenas salía de la casa. Este le dice que podrá asistir cuando
termine todo el trabajo que tiene que hacer, pero que ademas debe
encontrar un traje apropiado que ponerse. Ceniciento tenía guardado
un traje de su padre, pero este estaba algo viejo y desgastado y
necesitaba un arreglo, cosa que no se podía permitir debido a la
gran cantidad de tareas que tenía que realizar.
Un
par de simpáticos ratones, llamados Jaq y Gus, vieron tan triste a
Ceniciento que decidieron llamar a sus amigos y amigas ratones y a
unos pajarillos, y juntos arreglaron el estropeado traje. Ceniciento
se puso muy contento al ver su traje mejorado, asique el día del
baile se preparó para ir al castillo. Sin embargo, en el último
momento, sus hermanastros se burlan de el le rompen el traje,
dejándole en casa sin poder ir al baile. Ceniciento se va llorando
al jardín, y allí se le aparece su Hada Madrina, la cual le
pregunta porqué esta tan triste y en qué le podía ayudar. Él le
cuenta lo que ha pasado, y ella usando sus poderes mágicos convierte
una calabaza en una carroza, a cuatro ratoncillos que observaban todo
les transformo en caballos, a Babieca, la yegua de la casa la
convierte en cochera, y a Bruno, su perro, en ayudante. Finalmente,
con un golpe de su varita mágica, arregla el destrozado traje de
Ceniciento dándole además unos zapatos de cristal. Ceniciento se va
muy contento al baile sintiéndose inmensamente agradecido por todo
lo que el Hada había hecho por él. Cuando llega al baile va con
cuidado para que sus hermanastros y su padrastro no le vean, y por
casualidad tropieza con la princesa del reino. Ella lejos de parecer
molesta le invita a bailar, y después de un rato charlando se dan
cuenta de que tienen muchas cosas en común:
-
En realidad yo no quiero casarme – decía la princesa – es culpa
de mi padre, que quiere obligarme
-
Ojalá fuese yo un príncipe – le contesto Ceniciento – podría
mandar bien lejos a mis hermanastros y librarme de ellos por fin –
ambos se rieron de la idea y la princesa le dijo:
-
si te casases conmigo podrías librarte de tus molestos familiares, y
yo no tendría que aguantar mas al pesado de mi padre
-
la verdad es que yo tampoco quiero casarme – contestó Ceniciento –
sería una buena solución pero, ser rey es una responsabilidad
demasiado grande para mi – la princesa estaba a punto de decir algo
cuando las voces de los hermanastros se oyeron entre la multitud:
-
Mira padre, ahí está Ceniciento. ¿De donde ha sacado ese traje? -
Ceniciento, asustado, se despidió de la princesa y salió corriendo
fuera del palacio. En su carrera tropezó y perdió un zapato de
cristal que, por miedo a ser alcanzado por sus hermanastros, dejó
abandonado.
La
princesa, muy preocupada por su amigo Ceniciento, decide recorrer
todo el reino con el zapato de cristal para averiguar donde vive y
así poder rescatarle de las garras de su padrastro. Después de
haber recorrido muchas casas, la princesa por fin llegó a la Mansión
Tremaine, acompañada de la Gran Duquesa para preguntar por el dueño
del zapato. El padrastro decide encerrar a Ceniciento en su cuarto
bajo llave para que no pueda volver a ver a la princesa, y cuando
esta le pregunta si sabe de quién es el zapato de cristal el le
responde que es suyo, pero que se lo había dejado a uno de sus hijos
para ir al baile. Mientras tanto los ratoncillos Jaq y Gus roban la
llave que tiene escondida el padrastro y se la llevan a Ceniciento
para liberarle. La princesa desconfía de las palabras del señor
Tremaine, por tanto, ordena a sus dos hijos probarse el reluciente
zapato, pero a ninguno le quedaba bien. En ese momento Ceniciento
consiguió abrir la puerta de su cuarto e ir corriendo a probarse su
zapato, pero su padrastro hizo tropezar a la Gran Duquesa, que era
quien llevaba el zapato, y este se cayó al suelo, rompiéndose en
mil pedazos. Ante la sorpresa de todos, Ceniciento sacó el otro
zapato y la Duquesa pudo confirmar que le encajaba a la perfección
al muchacho. Así Ceniciento pudo escapar de la casa de su padrastro
e irse a vivir a palacio con la princesa. Esta, después de unos
días, decidió hablar con su padre para hacerle entrar en razón y
pedirle que la dejara vivir soltera, ya que no le hacia falta estar
casada para dirigir el reino tan bien como lo había hecho el. El
rey, al ver el arrojo de su hija aceptó, y permitió vivir a
Ceniciento como criado personal de ella. Y así, vivieron felices
cada uno su propia vida, siendo los mejores amigos
Mola mogollonaso. Es muy tú esta historia. Y un poco yo en algunas cosas. Me encaaaaanta que la mujer sea su propia heroína. Juejuejueeeee
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