miércoles, 9 de marzo de 2016

En una calle de Madrid - Por: Rodrigo H. Gómez

Las calles de Madrid olían a pólvora y muerte. Como si alguien, después de los bombardeos y la metralla, hubiera decidido rociarlas con una colonia nauseabunda.
Riqui avanzaba con decisión entre los escombros y los socavones. Le había costado dos días llegar a la plaza de Sol pero, una vez allí, sus pies marcaban el resto del camino. Después de mucho caminar llegó a la puerta de un bar. Estaba descolgada y abierta así que entró. Cuando se acostumbró a la oscuridad del interior pudo apreciar claramente las marcas de un incendio. Chasqueó la lengua, pues eso podía suponerle un problema para encontrar lo que estaba buscando. De otro vistazo vio unas huellas debajo de sus pies que salían del local. Había tenido la tonta esperanza de que alguien le iba a estar esperando, por suerte aun tenía la tonta esperanza de que quedase alguien vivo. Bordeó las mesa rotas y las sillas esparcidas por el suelo. Saltó la barra y empezó a inspeccionar las botellas de los estantes que había en la pared. Sus dedos recorrían las etiquetas de licores, quemadas en su mayoría, y mientras movía botellas el tintineo le llevaba lejos y hacia atrás. Eloise y Adrián no paraban de reir y juntos los tres se aclaraban las gargantas a base de jarras y copazos. “combustible, combustible para el cuerpo cansado y las mentes aburridas” solía llamarlo Eloise, a lo que Adrián siempre respondía:
Si recargo mis ideas con este combustible se volverán tan peligrosas como un cóctel molotov. Las lanzaré, estallarán y a aquel pobre desafortunado que prendan fuego le será imposible librarse de sus llamas – a lo que todos contestábamos con una enorme carcajada. El estrépito de una botella rota sacó a Riqui de sus recuerdos. Había agarrado mal la botella y esta se había precipitado. En medio del estropicio de cristales rotos un brillo metálico le hizo inclinarse. Se trataba de una llave, la llave que estaba buscando. La recogió y se dirigió con presteza a la puerta del almacén. Esta nunca estuvo cerrada, por lo que se llevo una sorpresa cuando al intentar abrirla no se movió ni un ápice. Cogió carrerilla y se estampó contra la puerta una, dos veces. A la tercera se pudo escuchar un fuerte crujido proveniente del interior. De un último empujón la puerta cedió y un fuerte olor acre le golpeó la nariz. Entró en el oscuro almacén y buscó a tientas la luz. Cuando se hizo la claridad pudo apreciar la silla rota frente a la puerta, la cual debería haber estado bloqueándola. Justo en frente había un escritorio y un hombre sentado en el suelo, junto a el, apoyado en la pared. Riqui se quedó paralizado un instante. Avanzo cauteloso unos pasos y cuando llegó junto a aquel hombre comprendió el desagradable olor. Estaba muerto. Debía de estarlo desde hacía algunos meses, a juzgar por el aspecto. Al parecer el incendio no había conseguido llegar allí dentro, ya que ni la habitación ni el cuerpo estaban chamuscados. Quizá los gases tóxicos del humo hubieran hecho el trabajo, asfixiando al descompuesto anfitrión. Intentó examinar el cuerpo pero lo único reconocible era una camiseta ancha de baloncesto que llevaba puesta. Tenía el numero 23 y el nombre de Jordan, una camiseta de los Chicago Bulls. Riqui apartó sin miramientos el cadáver y movió la mesa. Oculta tras ella había una especie de portezuela la cual, a su vez, ocultaba una caja fuerte. Sacó un papel de un bolsillo de su pantalón y empezó a girar la ruede cita negra que desbloqueaba la caja acorde a las instrucciónes de este. Por último introdujo la llave y se escuchó un “chac”. La pequeña puerta metálica se abrió sin oponer resistencia. El interior estaba vacío en apariencia pero, después de introducir Riqui la mano, sacó una fotografía que retrataba a tres personas. Desde la izquierda eran dos hombres y una mujer, aunque al hombre de la izquierda le habían borrado el rostro con la quemadura de un cigarrillo. Esbozo una sonrisa al verla y le dio la vuelta. En el dorso encontró unas coordenadas, las cuales le llevarían al escondite de sus viejos amigos.
- Por fin – masculló Riqui – ya os he encontrado. Salió del local como una exhalación y una vez fuera un grupo de treinta hombres y mujeres, armados y uniformados, le cortaron el paso.
- ¿qué pasa chicos? - saludó alegremente Riqui - ¿cómo va eso?
Uno de los soldados avanzó unos pasos con gesto serio y el arma en ristre. Se miraron durante unos instantes y entonces el soldado exclamó:
- ¡no debería salir corriendo así en territorio enemigo mi sargento! ¡no sabemos qué trampas puede haber aquí!
- descanse cabo – contestó despreocupado el sargento Riqui – no me ha pasado nada, ademas, he encontrado lo que llevamos semanas buscando – añadió sacando la fotografía y agitándola en el aire. El pelotón empezó a murmurar pero el cabo mandó guardar silencio. Después de unos instantes de expectante silencio el sargento volvió a hablar.
- muy bien – comenzó – el cabo está en lo cierto, este territorio es inexplorado. Quiero que hagáis una batida de este sector antes de volver al campamento – se giró hacia el cabo y añadió – usted vendrá conmigo y me ayudará a descifrar las indicaciones aquí recogidas – le tendió la fotografía y el cabo alargó la mano para cogerla, pero debió alargarla de mas, pues acarició de forma sutil la mano del sargento.
- ¡muy bien pelotón! – exclamó el cabo – ya habéis oído ¡rompan filas! - como un enjambre, los soldados fueron dispersándose por las calles contiguas, dejando a solas al oficial y su segundo. El sargento dio un vistazo circular para cerciorarse de que no había nadie y se acercó al cabo hasta dejar sus caras a escasos centímetros. Se miraron profundamente y sus respiraciones se acompasaron. El cabo hizo ademán de inclinarse hacia delante pero unos disparos a lo lejos les devolvieron a la realidad.
- ¿que es eso? - pregunto el soldado intentando recomponerse.

- son ellos – contestó Riqui – nos han encontrado primero.

3 comentarios:

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  2. No me canso de leerla. Me encanta la fluidez que tiene y la creatividad que le pones a cada cosa que escribes. Ya te lo dije, el detalle del flashback, para nada forzado, y por supuestísimo la historia de amor homosexual. Liriririririrriri m encanta

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    1. Muchas gracias Kamiiii. tengo que escribir mas para tener a mi público contento

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